«Beta Writer es la autora del libro Lithium-Iron Batteries, impreso en papel, pero también descargable en formato ebook; nada muy especial hoy si no fuera porque Beta Writer no existe, o mejor, que es un algoritmo, porque ese volumen es el primer libro científico escrito por un robot. Lo ha publicado Springer Nature, uno de los más grandes (y serios) conglomerados editoriales del sector del libro académico, una iniciativa que se presentó en Barcelona en el marco del IV Foro Edita, primera jornada que tuvo como hilo invisible algo tan aparentemente contradictorio como que el libro de papel sigue ahí, pero quizá se consuma (y se produzca) cada vez más con parámetros digitales.
“Hay toneladas de información en la Red, entonces, ¿cómo reducirlas y buscar lo más relevante, cómo gestionar eso y hallar el material fiable?”, reconocía ayer el director de datos y metadatos en Springer Nature Henning Schoenenberger como pregunta fundacional del proyecto. Era la cuestión más fácil; a partir de ahí, todo tan fascinante como inquietante: un editor humano seleccionó las áreas de potencial interés para realizar un libro científico, se marcaron centros indicativos (publicaciones, universidades…) que son garantía de calidad y el resto ya lo hizo un algoritmo, que buscó, ordenó y estructuró la información, con sus correspondientes capítulos. Ni en las paráfrasis para mejorar la redacción intervino, exprofeso, persona alguna.
“No sustituimos a los autores por las máquinas, pero el papel de aquellos cambiará en la medida que parte de esos contenidos se irán haciendo a partir de algoritmos», defiende el analista, que dejó abierto un abanico de posibilidades entre un libro escrito cien por cien por un humano a cien por cien por una máquina. Lo ve Schoenenberger como un reto para el sector y los editores humanos, desafío que implica también desde problemas de autoría a cuáles son los orígenes del contenido. “Es un debate que debería hacerse lo más rápido posible», si bien cree que “no hemos llegado aún al punto de que las máquinas creen textos, pero no ha de ser una amenaza: las máquinas pueden ayudar a los hombres”.
“Conseguir información, conocimiento y entretenimiento ya no es patrimonio exclusivo del libro, eso hoy puede conseguirse desde Google, Amazon o Facebook, pero hay estrategias para mantener una presencia y cierta hegemonía del libro”, apuntó el reputado consultor editorial austríaco Rüdiger Wischenbart pocas horas antes del libro del robot Beta Writer, en un Foro Edita cada año más denso en la excelencia de los expertos del sector editorial convocados en Barcelona por el Gremio de Editores de Cataluña y la Universidad Pompeu Fabra, a partir de sus “tres mosqueteros directores”, como prefieren autodefinirse, Patrici Tixis, Javier Aparicio y Sergio Vila-Sanjuán. Antes del esperanzador enunciado, sin embargo, el propio Wischenbart había puesto el miedo en el cuerpo: analizando los cuatro grandes mercados editoriales europeos (Alemania, Francia, España e Italia), demostró que en los últimos años el sector del libro va siempre por debajo del crecimiento económico real de esos países. Una lucecita a seguir, propuso, es la estrategia de J.K. Rowling con su Harry Potter a partir de su web Pottermore: “Ha industrializado la marca de sus personajes en todos los medios y formatos posibles, como hizo Disney en los años 20 y 30”, afirmó, mostrando la presencia del niño mago en las listas de los Top 25 de ventas de Amazon de este mismo año, a pesar de no tener novedad literaria. De esos listados se deducía que el 80% de los títulos lo eran en formatos en audio o en ebook y que buena parte tenían serie o alguna adaptación audiovisual.
El peso de lo digital también se nota en dónde se compran los libros, aunque sean de papel: en España, el canal ya predominante es el de las cadenas y grandes superficies, que acapara el 46% de las ventas (un 4,2% más que en 2017), seguido por las librerías (45%, baja un 0,7%) y los hipermercados (9%, pierde un 1,8%). “Cadenas y grandes superficies lideran por su estrategia de venta on-line”, aclaró Íñigo Palao, consultor de la empresa de medición de mercados GfK. Cada dato suyo se convirtió en una mina para los inscritos, 490 en un año de récord para el Foro Edita. Recomendó al sector que mantuviera los dos canales porque en la tienda física de la librería se da una compra impulsiva (“lo ves, lo tienes en la mano y ya está”), que quizá explique que se dé, a su vez, unas ventas con mayor equilibrio entre géneros en las librerías que en la Red como ya han detectado: en las ventas por internet “el sesgo es mayor para la no ficción, el ensayo”. No es casual: de los más de medio millón de títulos de libros distintos que se vendieron en España en 2018, una tercera parte corresponde al ensayo, que ha crecido un 6,1%, superando a la ficción (27% de las ventas), que ha caído un 2,5%. La política, el feminismo y la autoayuda explican ese sorpasso, del mismo modo que el fenómeno de los youtubers o del juego Fortnite explican en parte el auge del género infantil y juvenil (28% del mercado, con un 3,4% de crecimiento), especialmente entre el sector de 9 a 12 años.
Se defiende bien el libro, según las cifras de GfK, en la batalla del gasto del ocio en los hogares españoles, que en 2018 se fijó en 3.250 millones de euros: el 40% de ese montante se destina a los videojuegos, pero de inmediato vienen los libros, con un 34%; sorprendentemente, películas y canales de series o de televisión sólo son el 19%, mientras que la música se queda en un 7%. El libro, cuya facturación, por quinto ejercicio consecutivo, está siendo positiva en lo que va de año (2% de incremento) es, sin embargo, el que mantiene el porcentaje más bajo de su gasto por la vía digital, apenas un 5%, frente al 70% de los videojuegos o la música o el 89% de las series. “El mercado físico de según qué productos ha desaparecido prácticamente, mientras que el del libro sigue”, dijo Palao, con un tono de arma de doble filo: la esquizofrenia libro de papel, consumo digital.»
Carles Geli «El Pais» 5 de Julio de 2019