La dama de la fiesta de Navidad
Había una vez un pueblo de nombre Balar, cerca del círculo de las grandes piedras de Brigantia, en él vivía un humilde pero gran poeta llamado Luis Serval y desde los tiempos sin memoria era el encargado de organizar la fiesta de Navidad. Luis el poeta también era el sanador, un difícil oficio aprendido de su padre y éste del suyo y así sucesivamente hasta el infinito, era una difícil tarea que realizaba con gran esmero y dedicación, pero hoy era el día mas importante del año y él era el encargado de leer la poesía en la fiesta de Navidad. Per os preguntaréis en que consiste la fiesta de Navidad, supongo.
La gente del pueblo se prepara para el frío invierno que pronto llegará y todos, sin excepción, salen hacia los bosques para encontrar el árbol mágico y no regresan hasta haberlo encontrado. El árbol mágico es el árbol de los susurros, según las leyendas tiene secretos para quien quiera escucharlos.
El pueblo regresó esta vez mas contento de lo esperado porque el pastor había encontrado el árbol mágico. Por lo tanto en la fiesta se deben hacer promesas para el año venidero y leer poesías…Ah! y otra cosa importante, es tradicional comer quesos y beber leche, pero los secretos que cuenta el árbol no pueden ser divulgados.
Faltaba poco tiempo para la Fiesta de Navidad y Luis comenzó a prepararse. En primer lugar debía escribir los poemas de este año y se dispuso a ello. Cogió su libro de poemas y su gran pluma mágica de dragón verde, una pluma que era capaz de escribir millones de letras y palabras sin tinta alguna.
Pero esta vez Luis no se sentía inspirado y por mas vueltas y vueltas que dió por su habitación no logró encadenar un verso entero.
—¿Que me pasa?- dijo en voz alta.
—Nunca me había fallado la inspiración, ¡ostras!, si este año no puedo escribir los poemas, el pueblo me desterrará— gritó desesperado.
Pero nadie escuchó sus lamentaciones y Luis cada vez estaba mas triste. El día de la fiesta estaba a punto de llegar.
Luis organizó la fiesta como cada año, pero a pesar de su caracter alegre, esta vez no lo estaba porque le faltaba la parte mas importante, las poesías.
Sin posibilidad alguna de hacer un último esfuerzo, la falta de inspiración acabó venciéndole y solo tenía una salida: decir a todo el pueblo que este año no habrían poesías, que sería una fiesta sin poesías.
Y llegó el día de la fiesta y Nicolás, el astrólogo del pueblo en cuanto comprobó con su sextante que el Sol estaba a 15º de la constelación de Acuario, anunció con gran júbilo que la fiesta de Navidad comenzaba.
Todo el pueblo estaba contento y los bailes se prodigaron alrededor de la hoguera hecha con troncos de pino y piñas secas. Las gentes comieron el queso y bebieron la leche de sus ovejas y cuando el banquete terminó, se dispusieron a escuchar los maravillosos versos de Luis Serval, el poeta.
Luis subió a un improvisado escenario y se sentó en la silla que él mismo había dispuesto para esta ocasión, pero esta vez no subió con mucho convencimiento, sería la última vez porque después de lo que tenía que decir a la gente, seguramente no volvería a ver mas su amado pueblo.
Luis desplegó su papel en donde había escrito su último discurso, mientras en toda la fiesta se hizo un grandísimo silencio, solo se escuchaba el chisporroteo de los troncos y piñas de la hoguera junto al árbol mágico de Navidad.
Luis miró a la muchedumbre y se dispuso a leer su discurso:
Pero ocurrío algo inesperado…
Luis leyó:
—Los penachos de ribera anuncian un cambio.
Susurros del viento en la bóveda del bosque.
Suave reposo de hojas recordadas en verde,
mientras, aguardo en el margen del sendero
para ver pasar tu sombra.
Constantes aleteos desde el pantano resuenan
anunciando el regreso del sur.
Sombras de primavera alargarán el firmamento
mientras, aguardo en el margen del sendero
para tocar las estrellas esta noche.
Inquietud en las acacias dispuestas a obsequiar
el dulzor de la embriaguez antes de la lluvia.
La tierra espera paciente las gotas milagrosas,
mientras, aguardo en el margen del sendero
para llenar el cántaro de felicidad.
Cubierta de lodo desea la espadaña su flor
antes que se desvanezcan las sombras
y el sonido lejano anuncie un cálido anochecer,
mientras, aguardo en el margen del sendero
para arroparme con tu manto.
La luna trémula pasea tranquila perseguida
por un manto de nubes alargadas y juguetonas
Que la encierran en el gélido cofre del olvido,
mientras, aguardo en el margen del sendero
Para abrazar la noche
Es tiempo de amparar calidos recuerdos
de llenar libros con palabras escritas
del poeta iluminado por el delirio de la pasión,
mientras, aguardo en el margen del sendero
a un niño que pronto nacerá.—
Luis quedó muy sorprendido porque no pudo hacer ni una pausa, leyó, como poseído, todo el poema hasta el fin.
El pueblo entero se levantó a aplaudir con mucha alegría la poesía que Luis había dedicado a este comienzo de Diciembre y él se levantó extendiendo sus manos hacia el cielo como dando gracias por lo que había ocurrido.
Miró de nuevo el papel y solo vio el discurso de despedida que había escrito, la poesía no estaba por ningún lado.
Nicolás, el astrólogo, se acercó sonriente…
—Luis, te felicito por la bonita poesía que nos has dedicado— dijo con su amplia sonrisa.
—Si, pero Nicolás, no se que ha pasado, de verdad, no se—dijo titubeando Luis.
—Observa allí, poeta, con aquella larga cabellera dorada y sus enormes ojos verdes, allí está tu inspiración, esperándote— Nicolás desapareció como siempre hacía, la gente ya no volvería a verle hasta el próximo año.
Luis miró en la dirección que Nicolás le había indicado y vio a su inspiración que destacaba entre la muchedumbre que bailaba de nuevo alrededor del fuego.
—¡Es la dama de la fiesta de Navidad!— dijo con gran regocijo.
Ella le sonrió y le lanzó un beso en forma de corazón. Luis se quedó como una estatua, hipnotizado por la belleza de la dama pero de pronto ella levantó su mano y apareció un enorme trinéo con ocho ciervos blancos alados, subió en él , los ciervos levantaron el vuelo y dibujaron en el cielo estrellado una sola palabra…. poesía.
Ángel de Aluart 2017